La sencillez de la cruz

La sencillez de la cruz

La cruz es tan sencilla y a la vez tan compleja, me he sentido inevitablemente atraído y también atemorizado por su aplastante contundencia.

Cs Lewis aseguraba que lo que hacía único al cristianismo frente a cualquier otra creencia es la gracia. Todas las religiones del mundo te dicen: "haz esto y vivirás", los pensadores más grandes han asegurado que conocían el camino hacia la verdad, pero solamente Jesús de Nazareth dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida".

El cristianismo es muy claro en su mensaje sobre la experiencia moral y la naturaleza humana; estamos destituidos de la gracia, no somos dignos frente a una justicia objetiva. Podríamos tomar esta afirmación y asegurar "nadie es perfecto" y es correcto, pero lo que a veces no entendemos es que esa afirmación, tan suelta y común en nuestros días, responde a conceptos desprendidos del cristianismo. El hecho de que nadie sea perfecto o que haya otros iguales de malos que nosotros no nos hace justos, es entonces que tomamos la vara moral y la comenzamos a disminuir hasta que todos nos sintamos mejor con nuestro error. Alan Hirsch dice, de forma muy acertada a mi criterio, que nuestras sociedades occidentales ya no responden a la culpa sino a la vergüenza. Y aquí va la cuestión, nadie en su sano juicio y con honestidad diría que es justo y bueno sin error alguno por lo tanto o debemos enterrar cualquier esperanza de justicia y moral básica que aun mantengamos en nuestra sociedad o habremos de aceptar que necesitamos un salvador para cubrir nuestras vergüenzas y errores. Yo no puedo salvarme a mí mismo, no puedo justificarme y no puedo, por mucho que lo intente, ser la persona que quiero ser ya que debajo de los filtros, las apariencias y los comportamientos sociales hay un ser que no es bueno, yo soy malo, realmente me conozco y sé que puedo ser muy dañino. No hace falta que pensemos en los grandes errores morales, solo considera la cantidad de gente que conocemos que es "toxica" según nuestras propias palabras, o egoísta...

Frente a todo eso el cristianismo ofrece la única salida que es Jesús; este judío del primer siglo, pero también el eterno Dios viviente encarnado me dice que debo morir a mí yo inservible para que él me convierta en un nuevo ser. No solo es mi salvador, sino que también asume la responsabilidad de convertirme en un ser justificado por su sacrificio. Lo único que requiero es desear que esto sea así. (Si un hermano con una soteriología diferente está leyendo esto le pido que considere el marco general del contenido y no solamente esta última afirmación para abstenerse de disentir conmigo) lo que me deja con la única pregunta relevante que disparó estás ideas en mi cabeza: ¿Realmente deseo que el me transforme? Porque desear esto implica esa muerte al yo, esa negación a lo que hoy me siento tentado a sucumbir. Y aquí ya no se trata de si yo puedo o no puedo porque concluí que no puedo, pero él puede. Sabiendo que puede hacerlo ¿Lo quiero? ¿Quiero que lo haga?

Estas preguntas honestas me recuerdan a Juan 3:19 "Esta condenación se basa en el siguiente hecho: la luz de Dios llegó al mundo, pero la gente amó más la oscuridad que la luz, porque sus acciones eran malvadas."

¡Y cuanta verdad! realmente el problema humano termina siendo una excusa tras otra para evitar admitir que mi naturaleza ama hacer aquello que va en oposición a Dios. Detrás de cualquier disputa se encuentra esta realidad y es que no somos buenos, no somos puros y nos hemos acostumbrado a asumir que la imperfección puede ser parte de nuestra vida sin ninguna consecuencia, nos llenamos la boca hablando de amor, pero promovemos el deseo, y el deseo no es amor, es un componente de la demostración afectiva. Pedimos a gritos justicia social pero no somos capaces de poseer lo mínimo, hablamos de ecología, pero nadie quiere dar el primer paso. Nos oponemos a las medidas sociales, pero no promovemos contra propuestas satisfactorias. Mi generación y la que nos continúa le encantan las batallas y las causas justas, pero quieren llevarlas adelante desde el smartphone. A nosotros Jesús nos diría lo mismo que a los suyos: ¡Hipócritas!

Gracias a Dios que puedo caer a los pies de la cruz y decir "soy un pecador, por favor sálvame" no me importa si hay gente peor que yo o si soy el peor de todos no quiero averiguarlo. No me interesa nada solo quiero reconocer que necesito que me salve porque si depende de mí, si por un solo segundo la trascendencia de mi alma o el sentido de mi vida mortal dependiera de mí persona, entonces verdaderamente estaría perdido. Y eso amigos míos al menos para este servidor, sería el infierno.

"Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y si crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo"

Romanos 10:8-9